viernes, 17 de mayo de 2019

FUERZA





He venido a dar las gracias profundas
al divinísimo contrasentido
que siendo inexacto, me ha bendecido
en la vida con ofrendas rotundas.
 
He venido a dar las gracias fecundas,
despacito, sin hacer mucho ruido,
por una cosecha inmune al olvido:
mi equipo, un equipo no de segundas.
 
¿Qué si he venido a pedir? Pido nada
porque la vida de ellas se refuerza
solo con mi ceniza enamorada.
 
Y que esta dé el color del que se esfuerza
a aquella encina de mi tierra amada:
ahí estaré yo, ahí estará mi fuerza.


       A la memoria del tío Mariano

BOSNIA-HERZEGOVINA: KAVRICE Y MÓSTAR




Cuando preparábamos este viaje a Croacia de repente surgió en mi mente el mapa de la antigua Yugoslavia que nos habían metido a sangre y a fuego en el colegio cuando éramos estudiantes y recordé que Bosnia-Herzegovina estaba pegada, así  que me dio por mirar si se podría hacer una escapada desde Dubrovnik. Se podía, dos horas de carretera. Un guía estupendo y allá que nos fuimos.



Nuestra primera parada fue en el parque natural de Kavrice cuyo tesoro se encontraba caminando y caminando hacia abajo: las cascadas. No tengo muchas fotos primero porque fue tan imponente la vista que tuvimos que lo único que quería hacer era mirar y disfrutar de ese paisaje y segundo porque estar allí era lo mismo que estar bajo la lluvia y eso hacía muy incómodo fotografiarse. Esta es una de las tomas que más me gusta de todo el viaje que hicimos .


Kavrice se encuentra entre Studencia y Ljubuski, en la región de Herzagovina. Y aunque en la carretera que une ambos lugares (M-6) viene señalizado, no es fácil dar con ellas. Lo mejor es dejarse guiar por el sonido del agua, que se va haciendo más fuerte a medida que te vas acercando.
Las cascadas caen sobre el curso del río Trezibat, uno de los más ricos y largos de la zona de Herzegovina, y uno de los puntos de reunión más populares entre la población de la zona..
La altura media de las cascadas de Kravice es de 26-28 metros y sus paredes forman un perfecto jardín vertical repleto de césped, líquenes, moho, musgo… Además, están rodeadas de espesa vegetación que refresca muchísimo el ambiente y lo convierte en un refugio estupendo para los calurosos veranos bosnios.






Desde allí nos dirigimos a Móstar, la ciudad de Bosnia que más me apetecía conocer debido a lo mucho que había oído hablar a mi padre del famoso puente. Llegamos a la hora de comer, así que eso era lo que más nos apetecía para coger fuerzas antes de seguir haciendo turismo y visitar el gran bazar. Nos decantamos por un cuco restaurante que habíamos visto por internet y seguimos las recomendaciones gastronómicas de nuestro guía: el plato estrella era la carne y en especial una especie de salchichas muy distintas a las de cualquier otro sitio porque estaban hechas de carne en estado puro. El sitio elegido se llamaba Tima-Irma, en mitad del bazar. He de decir que los precios de Bosnia son increíblemente baratos si se comparan con los de Croacia: un plato de carne, queso, verdura y salsas además de dos cervezas bien grandes no llegó a los 6 euros por cabeza.




Después nos pusimos en ruta, primero directas a la joya de la corona: el puente de Móstar. Se construyó por los otomanos, cuando Bosnia estaba en sus manos, en el S.XVI, las torres se añadieron un siglo más tarde. Fue volado en el año 1993 durante la guerra de los Balcanes. Cuando llegó la paz comenzó su reconstrucción y es ahí donde se dieron cuenta sus arquitectos que los planos tenían un defecto, sin embargo, lo reconstruyeron de la misma manera que el original, pues si había durado 500 años con ese error podía durar otros 500. Hoy es símbolo de paz y unión entre musulmanes, católicos y ortodoxos, aunque esta convivencia  sea una ficción que puede saltar por los aires como el puente en cualquier momento, el  avispero de los Balcanes.


Después nos acercamos a la mezquita que mandó construir Solimán el magnífico, es la mezquita que se destaca sobre todos los demás: se inclina fuera del Ponte Vecchio sería imposible no darse cuenta, tanto de día como de noche, cuando está muy bien iluminado. Se accede por un portal cerrado el Kujundziluk y, junto a la puerta, a destacar es la fuente de las abluciones rituales tradicionales (sadravan): esto es particularmente interesante, ya que sigue siendo el original, que data de 1781. En el lado opuesto de la mezquita se abre la antigua Medresa, que ahora está ocupada por tiendas de recuerdos. La mezquita se remonta a 1618 y conserva los ornamentos y colores auténticos. Durante la guerra fue dañado por encima de la cúpula y el minarete, pero hoy en día han sido completamente reconstruido. La mezquita se puede visitar y, para aquellos que no tienen miedo a las alturas, también puede subir el minarete. El edificio (y en particular la Medresa) también se puede ver la salida y gire a la izquierda en la plaza donde podrá disfrutar de un mercado. Mirando hacia el muro de protección, esto también es un gran lugar para disfrutar de una vista del Ponte Vecchio y aguas del Neretva. Para mí entre esta mezquita y el gran bazar fue como volver 20 años atrás, cuando visité Estambul y me enamoré para siempre de la ciudad más bella del mundo.







Y el tiempo que nos quedaba lo dedicamos a las compras, y más que a las compras al simple placer de ver y regatear con se hace en los bazares de Estambul. Yo adquirí telas para mis clases de costura y pendientes turcos.



Y vuelta a casa: Dubrovnik. De camino a Croacia es muy llamativo ver como tan pronto se cruza la frontera que separa Bosnia de Croacia el paisaje vuelve a cambiar. Croacia tiene un verde cuidado, una luz  muy limpia y especial, Bosnia es el segundo mundo: el campo descuidado, la pobreza en las casas y lo más doloroso para mí, el ambiente bélico que todavía se respira en el aire. Sin embargo, el contraste entre el azul y el verde envuelto en una especie de gris recuerdo de la guerra que vi en Bosnia no lo he visto en ninguna otra parte del mundo. Móstar no será un sitio fácil de olvidar.

CruzadoC
  

jueves, 9 de mayo de 2019

EL ÚLTIMO VIAJE DEL HALCÓN: MONTENEGRO









Conocer el pequeño país de Montenegro era un sueño para mí, no tanto por el lugar como por los recuerdos, como por el hecho de ser parte de mi historia. Cuando yo era adolescente el hermano de  mi padre y su mujer hacían largos viajes durante su mes de vacaciones en su velero " El Halcón Negro" partiendo desde Galicia. Antes de que el destino les jugase la mala pasada final el Halcón Negro viajó, con ellos al mando, hasta Montenegro, concretamente quedó atracado en la bahía de  "Bar" con la intención de hacer en el verano siguiente el viaje a la inversa: de Yugoslavia a España. Era el año 91. Un año después estallaría la guerra de los Balcanes y mis tíos tuvieron que acudir precipitadamente a Montenegro a salvar al Halcón. Una vez allí, el amigo que cuidaba el velero les pidió un favor: su hijo adolescente, Nenat, había sido llamado al frente y no podía huir por tierra, así que había que sacarlo por mar para traerlo a un país seguro. Así lo hicieron mis tíos durante una travesía en la que el pobre Nenat apenas chapurreaba algunas palabras en español. Al llegar a Galicia lo acogieron como a un hijo. Mi tío murió muy joven pocos años después no sin antes haber escrito un libro relatando esta travesía a bordo de "El Halcón" que tituló " El último viaje del Halcón" y que ese adolescente, ya convertido en hombre y con un perfecto dominio del castellano, editó en pago por aquel favor que años atrás le había salvado la vida. Yo me quedé al lado de mi tía y nos juramos hacer un viaje juntas algún día a la antigua Yugoslavia, pero ella también perdió la vida muy joven y me quedé sola con una promesa incumplida. Hasta el 20 de abril del 2019, un día en el que pude ajustar cuentas con la vida. Por eso era tan importante para mí visitar Montenegro.









La primera parada fue en Perast, después de un café con vistas, cruzamos en barco a la preciosísima isla de la Milagrosa o señora de las rocas. Todo comenzó como una simple pila de rocas, pero cuando en 1452 dos pescadores encontraron una imagen de la Virgen María empezó la construcción de una pequeña capilla sobre esas rocas. Cuando llegaron los venecianos en el siglo XVII construyeron una capilla católica de cúpula azul donde se alzaba antes la ortodoxa.




Así, empezaron a traer más y más rocas desde tierra firme y le dieron forma a la Isla de Nuestra Señora de las Rocas donde a la postre se construyó la iglesia. Una isla artificial, por tanto, pero con su propio faro incluso, como se ve en esta foto.







Después paseamos por Perast, un precioso pueblo pesquero con las mejores vistas del mundo.




Alrededor del mediodía nos dirigimos a Kotor. La ciudad te recibe con una cita de Tito que reza" Lo de los demás no queremos, pero lo nuestro no lo damos". Me encantó la frase y la entrada a este pueblo de tradición veneciana.





La ciudad, que antiguamente se llamaba “Cattaro”, formó parte de la República de Venecia cuando alcanzó su mayor esplendor De esta época son algunos de los edificios más bonitos del centro histórico y las impresionantes murallas y fortificaciones del Castillo de San Juan. Dudas por momentos si estás  en Montenegro o si la guía que contratamos te metió en la  máquina del tiempo  y te llevó a Venecia. Lo que más me llamó la atención fue  la plaza de Armas con su torre del Reloj, la iglesia ortodoxa de San Lucas, del año 1195 o la catedral de San Trifón, del año 1166.





Pero aparte de eso un simple paseo por detrás de las murallas fue delicioso, incluso las compras en las tiendecitas lo fueron.

Esta es la calle "déjame pasar", así llamada por su estrechez.










Desde allí nos dirigimos a las alturas,  a una colina que tenía las mejores vistas de la bahía de Kotor y es entonces cuando entendimos por qué lo llaman los fiordos de los Balcanes.












El último regalo lo recibimos de manos de un barco al que subimos para cruzar de lado a lado la bahía gozando, otra vez, de luz, luz y más luz. No sé si volveré a esta parte de la antigua Yugoslavia, pero ya he cumplido con mi leyenda personal.
CruzadoC

miércoles, 8 de mayo de 2019

LA PERLA DEL ADRIÁTICO









A Dubrovnik lo llaman la perla del Adriático y no es para menos, probablemente sea la ciudad más cuidada de toda la costa Dalmacia: un tesoro que vale la pena conocer.



Nuestro primer contacto con ella fue al atardecer y nunca olvidaremos la emoción al ver la entrada de la puerta Pile a la zona amurallada y la explosión de sorpresa al pisar la famosa calle Stradun , la calle más bonita, coqueta y limpia que he visto en toda mi vida. Literalmente brillaba. La primera tarde noche nos dedicamos sencillamente a pasear y echar alguna foto frente a la subida a sus estrechas callejuelas.





Después buscamos un sitio donde degustar sus famosos vinos blancos y el elegido fue " D¨Vino", un pequeño bar cafetería en mitad de una escalinata donde me sirvieron el vino blanco más delicioso que he probado nunca( además de alcohólico, en Croacia los vinos tienen una media de 15 grados). Después optamos por cenar en un restaurante vegetariano que nos habían recomendado, el Nishta. Mención aparte merecían los baños de este lugar decorados con muñecos de Barbie y Ken.





Había que madrugar mucho al día siguiente, así que no dio tiempo a más. Dubrovnik fue nuestro campamento base y desde allí hicimos excursiones alternas a Bosnia y a Montenegro( que merecen un post aparte). Después de la primera volvimos a pasar un día entero a esta perla y ahí sí, contratamos un tour gracias al cual descubrimos la historia y todos los entresijos de esta ciudad que siempre será, por su situación geográfica privilegiada, un polvorín, el polvorín de los Balcanes, como todos hemos estudiado.




Se funda por un grupo de romanos tardíos en el S. VII d.C. sobre una zona rocosa( Laus)  huyendo de los eslavos que habitaban los Balcanes. Ellos pusieron la primera piedra de una fortaleza que bautizaron como Rausium, nombre que derivo en Ragusa, como se conoce a Dubrovnik. La ciudad estaba dividida por un lago que separaba la Ragusa de los romanos de otra parte ocupada por  los eslavos que estos  llamaron Dubrava( que significa roble, por la abundancia de estos). Este lago fue asfaltado con caliza y pasó a unir ambas partes de la ciudad a través de la calle Stradun. .

Ragusa fue tomada por los otomanos durante cuatro siglos, desde el IX al XIII, que es cuando cayó en manos de la República de Venecia hasta que en 1364 Ragusa( cristiana)  firmó  el primer tratado con un Sultán de manera que se libró de la ocupación otomana gracias a su habilidad diplomática y al pago de un tributo anual al Sultán, lo que le valió incluso la concesión de una flota que llevó a la República de Ragusa a alcanzar su esplendor comercial. Esta fue abolida en 1808 por Napoleón  (que no fue exactamente quien acabó con Ragusa, sino que la decadencia de esta comercialmente hablando comenzó con  el descubrimiento de América)  y pasó, tras la derrota de este, a formar parte del reino de Dalmacia (con capital en Zadar) bajo el Imperio Austro Húngaro hasta que, después de la I Guerra Mundial,  la ciudad se integró en Yugoslavia y fue en 1916 cuando por primera vez en la historia adoptó el nombre de Dubrovnik.

Durante la II Guerra Mundial los nazis croatas, los ustace, hicieron de las suyas en el getto judío, un trozo de una pequeña y estrecha calle donde se encuentra una no más grande Sinagoga, que sin embargo, es la sinagoga sefardie más antigua de Europa. Una curiosidad es el hecho de que el más peligroso de los ustace croatas, Palebic, se encuentra enterrado en el valle de los caídos junto a Franco ya que después de la II Guerra Mundial huyó primero a Argentina y después a España, donde el dictador lo recibió con honores. Hoy, el estado español ha solicitado su extradición a Croacia, que se ha negado a aceptarla.
 
Y después, la historia que todos conocemos: la Yugoslavia de Tito, que duró hasta su muerte en los años 80 y culminó con el bombardeo de Dubrovnik en 1991 por los serbios y montegrinos como castigo al voto de los electores favorable a la independencia, causando daños irreparables en esta Atenas adriática, como también la llamaban.
 
Según entramos por la Puerta Pile nos encontramos con la Fuente de Onofrio, construida en 1438 por Onofrio della Cava, sirviendo  para garantizar el abastecimiento de agua a la ciudad, hoy es punto de encuentro habitual . En frente la Iglesia del Salvador, de estilo gótico y renacentista,  que también llaman la Milagrosa porque sobrevivió al terremoto de 1667 y que conserva restos de la guerra de los Balcanes representados en las huellas de esquirlas en sus paredes. Seguimos caminando hasta la zona cero" o justo el centro de Dubrovnik, que se distingue porque su piedra es completamente cuadrada frente al resto. Una curiosidad es que el suelo no es de mármol, como parece, sino de caliza que a fuerza de ser pisada y pisada por los turistas brilla más que el sol.
Su plano urbanístico se basó, tras el incendio del S.XIII, que la destruyó por completo, en el de Londres y las viviendas tienen obligatoriamente que estar divididas de la siguiente manera: el bajo para zona comercial, la vivienda en la primera planta y la cocina en la última para evitar el incendio, sobre esta unos sacos de arena que en caso de incendiarse caerían sobre la cocina apagando el fuego.


A mano derecha en una de sus callejuelas nos encontramos con el monasterio de Santa Clara y antiguo orfanato, que dada la cantidad de niños abandonados el Estado tuvo que habilitar para tal fin.  Allí se dejaba a estos bebés en una canasta a veces con media moneda de manera que cuando el Estado después se vio obligado a imponer  las adopciones de estos niños por la gente que habitaba fuera de las murallas y debido al alto  número de hijos bastardos que había la misma familia que lo había abandonado adoptaba a su propio hijo al que reconocía por dicha media moneda. Funcionaba discretamente: el niño era depositado en el lado exterior del panel de madera llamado “ruota (hoy se le dice rota - rueda),  construido en la ventana de la planta baja, y luego se hacía sonar la campana. Los funcionarios del orfanato giraban la “ruota”, presentándoseles el niño dentro del orfanato.


Un poco más adelante nos situamos justo frente a la tienda más famosa de la ciudad: aquella que guarda tesoros y fotografías de la guerra de los Balcanes. Allí hay un letrero que reza en varios idiomas: " La libertad no se vende por todo el oro del mundo".







Y caminando unos pasos dimos con un tejado de dos colores, como tantos, pero que nos sirve para representarnos una realidad: la destrucción de casas que tuvo lugar entre 1991 y 1995 cuando la antigua  Yugoslavia se desmembró, así la parte del tejado que se ve oscura y vieja es la que resistió a la guerra y la que tiene tejas nuevas la que tuvo que reconstruirse.


Poco a poco nos plantamos en la que para mí es la Iglesia más bonita ( de las cuatro que tiene la ciudad) : la de San Blas levantada tras el terremoto de 1667 que destruyó la basílica allí situada por el arquitecto veneciano (curiosidad) Marino Gropelli y así llamada porque de aquella basílica solo se salvó una figura que era San Blas. Es especial cuando se iluminan sus vidrieras por la noche, tanto como la figura de San Blas que se conserva en la plaza Luza, que es el nombre que recibe la plaza que acoge esta Iglesia.


El siguiente edifico que merece mención es el situado justo en frente, llamado "Divona" o Palacio Sponza, obre de Paskoje Miličević Mihov, de estilo gótico y renacentista  Funcionó como aduana, dentro, de hecho, hay una placa con una inscripción en latín que lo demuestra: "cuando pesamos nuestros bienes, Dios los pesa con nosotros" . Un dato que nos explicó la guía es el guiño que hace al Islam la figura situada arriba, pues parece un sultán y más si se tiene en cuenta que se sitúa justo en frente de San Blas.






Dejando el puerto a un lado aparecemos en el Rectorado. Es probablemente el edificio más importante y representativo en la historia de Dubrovnik. Fue construido como la sede del gobierno y residencia del príncipe, el más alto cargo político de la República. El rector era elegido por un período de un mes para ejercer como presidente de la Cámara. Durante su mandato tenía a disposición una vivienda y una oficina en el palacio, lejos de su familia y dedicado por entero a los asuntos estatales. Más que un gobernante, el rector se convertía casi en un prisionero de sus obligaciones, dado que no podía abandonar el recinto salvo por razones de su cargo como visitas de estado. Además de la residencia del rector, en el palacio están las dos salas del Gran Consejo y el Pequeño Consejo, una sala para juicios, una prisión, un arsenal y un polvorín. En la entrada hay una inscripción en latín que reza OBLITI PRIVATORUM PUBLICA CURATE: olvida lo privado y encárgate de lo público. El Palacio del Rector conservó su función original hasta 1808, cuando mariscal francés Marmont abolió definitivamente la República de Dubrovnik. En el patio central se encuentra el busto de Miha Pracatto  , marinero y religioso croata del siglo XVI, el único monumento que la República de Dubrovnik levantó en honor a un ciudadano de a pie. Creo que su nombre también aparece en la serie " Juego de Tronos". Se dice que este hombre pidió a Carlos III  en pago por sus servicios, y ante el ofrecimiento de este su pañuelo, que hoy se conserva dentro como un gran tesoro.


Nos acercamos al final, frente a la catedral de la Asunción creada por el arquitecto italiano Andrea Buffalini de Urbino sobre las ruinas que quedaron del terremoto inagurada en 1713 y  cuyo tesoro está dentro: el Políptico de Tiziano del año 1552, llamado “Asunción de María”, ubicado sobre el altar principal, así como la pintura de la Madonna della Seggiola, atribuida a Rafael.








El recorrido termina en las escaleras que suben a San Ignacio del Loyola, las mismas por donde Cersei Lannister recorre el paseo de la vergüenza en la serie "Juego de Tronos".






Comimos en un pequeño y delicado restaurante llamado Azur:  maravilloso, fusión de comida croata y mediterránea, aunque nos costó mucho encontrarlo, pero el callejón donde estaba era tranquilo, la música relajante y la comida exquisita. Valió la pena sin duda.












 Con toda la fuerza que nos dio el rape y el salmón que nos comimos nos fuimos a las murallas. 27 euros por entrar a realizar un recorrido de más de dos horas no es barato, pero como casi siempre en los viajes, no nos arrepentimos en absoluto, era un paseo imprescindible si se visita Dubrovnik . Además con esta entrada también se puede visitar la fortaleza. Las fotos hablan por si solas.





Tras este recorrido hicimos una breve parada en la farmacia con continuidad más antigua de Europa para adquirir sus mágicas cremas de elaboración propia.


 Y desde allí nos marchamos rumbo a un bar al borde del acantilado del que nos habían hablado muy bien: el Buza. Solo la entrada ya presagiaba magia.








La cena la hicimos en el Oyster and Susi bar Bota con unas vistas espectaculares a la Iglesia de la Asunción.
 Puede parecer que degustamos poca comida croata y así fue, pero esto se debe a que los croatas no suelen salir a comer y cenar, sí a la fiesta, así que los restaurantes están más previstos para el turismo que para otra cosa. El más famoso de todos se llama Peskarija y está en el puerto, pero solo abre en temporada alta y lo pillamos cerrado.




El último día lo dedicamos a pasear por la costa y a tomar un poco el sol en las playas de Dubrovnik disfrutando de las preciosas vistas.









Mi última recomendación es visitar Dubrovnik siempre en temporada media porque en verano, según nos explicaron, este destino presenta los mismo problemas que Venecia o Barcelona cuando atracan cruceros. Una ciudad que vive del turismo ( recordemos que "Juego de  Tronos " ha aumentado el mismo en un 25%) no puede rechazar un barco cargado de turistas aunque esto llegue a suponer colas de más de media hora solo para poder entrar a la zona amurallada.




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