martes, 4 de noviembre de 2014

ITALIA


Cuando se tiene una edad y responsabilidades de todo tipo hay un momento en que las cosas que antes hacíamos de manera fácil se hacen muy costosas. Una de ellas es viajar, ya no eres capaz de hacerte el inter rail con una mochila y ya no dispones de tantos días libres en el trabajo o en la vida familiar. La verdad es que carezco de mucho tiempo libre, pero también de muchas amigas dispuestas a irse conmigo al fin del mundo. Por eso me embarqué con ella rumbo a Italia  tres días, en mi caso a conocer Milán y a reconocer la Venecia que visité hace años, siendo casi una niña que empezaba a desplegar velas.
 
En nuestro primer día en Milán fuimos directas a la joya de la corona, como lo llaman las guías, "El Duomo". Al salir de la estación de metro, con el mismo nombre, vi una de las Iglesias más imponentes de mi vida, con boda incluida;

  y no sabría decir si es más bella por dentro, en lo alto (después de saltarnos cientos de escaleras, gracias al ascensor, por supuesto, y subir hasta lo que me pareció el cielo) o por fuera a ras de la plaza. Después visitamos las galerías Emanuele II  y cumplimos el ritual de dar tres vueltas sobre las joyas del mosaico del toro, que está en el centro, además de admirar escaparates de los bolsos más caros de la historia; y caminamos y caminamos por corso Vittorio Emanuele viendo comercios más asequibles hasta llegar al Teatro Scala.

 
Y vuelta a coger el metro a  la zona de San Agostino por ser nada turística y estar tan lejos del bullicio y de los precios extravagantes como cerca de las pizzas gigantes que comimos. Por la tarde al "Castello  Sforzesco" y sus jardines con una helado italiano en nuestras manos, lo necesario para
 
 





reponer fuerzas para una noche de "spritz" (la bebida italiana típica por excelencia) en Navigli, antigua zona obrera con canales ya no navegables y actualmente zona de marcha por excelencia.



Al día siguiente rumbo a Venecia dos horas y media en tren desde Milán. Mereció la pena porque salir de la estación y ver lo que vimos será uno de los paisajes que guardaremos para siempre en las retinas, no sé puede describir.

Por cosas como esta, por cosas como la posibilidad de navegar el Gran Canal, piensas a veces que en esta vida hay tanta belleza...



Poco se puede decir de esta maravilla que no se haya escrito ya. Prohibido colgar candados con nombres de enamorados en el puente Rialto para salvaguardarlo. ¡Cuántas cosas en un día! La catedral y la plaza de San Marcos escuchando la música que creaban los violines, subir al Campanile, Rialto, ver pasar riadas de gente quieta quieta en el puente de los suspiros...



 
 
comer unos canelones de espinacas en un lugar llamado "Torino" y, sobre todo, perderse por la las calles y puentes de la bella Venecia (que es, a mi modo de ver, la mejor manera de conocerla), comprar cosas únicas;

 
 
 y, la anécdota del viaje, bajarse en marcha del lento vaporetto para correr a oscuras, y siguiendo las indicaciones ("Ferrovia") señaladas con flechas en las fachadas, toda un aventura irrepetible tipo "El Mercader de Venecia" para no perder el tren de vuelta por haber calculado mal el tiempo a la vera de otros dos Spritz.

Pero, como siempre, lo mejor: regresar con un equipaje de mano lleno de recuerdos para seguir haciendo rodar la amistad por todos los aeropuertos que nos quedan por recorrer; y empezar una nueva etapa renovada con los que te están esperando y a los que tanto has echado de menos...
 
La Italia de ayer otra vez en mi alma:
viejas conocidas, veinte años más;
envejecimos como lo demás.
Las dos, "El Duomo"( nunca tendrá calma),
 
un castillo, un helado entre la palma,
amigas y el reloj tiene un as
que enseña cuando miramos atrás.
Pero somos más que listas y ensalma
 
nuestra amistad las memorias canosas
con el futuro que aún nos espera:
más bebidas en Navigli espumosas.
 
Venecia siempre bella era lo que era
cuando se juntan todas esas cosas
que hemos vivido las dos desde otra era.

CruzadoC

Le dedico este post a mi compañera de viaje y de vida, Mery. Va por nosotras