viernes, 8 de noviembre de 2013

RECUERDOS DEL EBRO

 Hay veces en la vida que tenemos la suerte de poder volver a visitar los lugares de nuestra infancia, aquellos que eran también los de nuestros padres o abuelos; o bien  de que nos hablen de ellos y sea nuestra memoria la que viaje sin nuestros pies...Solemos emocionarnos, esto es porque necesitamos formar parte siempre de algo que vaya más allá de nosotros mismos, como una familia. Y es ese sentimiento el que me hace pensar que simplemente somos eslabones de una cadena de la que, de vez en cuando, se van soltando las últimas piezas. De manera que podría ser que la vida no consista más que en ir trasmitiendo nuestro mensaje a la siguiente persona de esta sucesión, como un hijo, por ejemplo, mientras vamos viviendo con la pretensión de que algo de nosotros quede cuando por fin nos toque el turno de desengancharnos.

Para mi uno de estos lugares es Zaragoza, que fue la tierra que acogió a mi abuela más de cuarenta años.


Te veo siempre que me asomo al Ebro.
En algún momento de aquella infancia, 
de mi niñez o quizá de mi estancia 
en la juventud cuya aguja enhebro

con hilo del recuerdo y no me quiebro
debí hacer algo bueno con fragancia
duradera en el tiempo y la distancia
por lo feliz que ahora lo celebro;

en algún momento yo me parezco 
a ti y ellos se acercarán a mi 
mientras pasan los años y envejezco.

Somos parte de algo que es de por si 
más fuerte que corriente en que perezco...
fluye por debajo de lo que fui.

CruzadoC

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