lunes, 2 de marzo de 2020

CONSTANTINOPLA



Conocí Estambul con 19 años y me enamoré. Simplemente me enamoré. Después, a lo largo de más de dos décadas he conocido muchas ciudades, algunas incomparables como Roma, Lisboa o París, pero ninguna como Estambul, para mí la más bonita del mundo.

Llegamos de madrugada, así que el espectáculo no comenzó hasta la mañana siguiente con un café en nuestro hotel en la zona de Ortaky, es decir zona europea más moderna, segura y animada por las noches, pero alejada de las mezquitas y de la zona antigua a la que solo podíamos acceder o a través  de taxi hasta la parada de tranvía de Taksim o bien directamente en taxi, muy barato a la ida porque lo pedíamos desde el hotel, pero una aventura con timo incluido para la vuelta. Por lo tanto yo recomiendo para quedarse la zona europea vieja, cerca de las mezquitas, que hace veinte años era insegura, pero que ahora  no tiene nada que ver.
 
PRIMER DÍA

Directas a la joya de la corona: Santa Sofía, que no es ninguna santa, significa en griego " sagrada sabiduría". Entrada  alrededor de 15 euros . En sus orígenes cuando fue una catedral ortodoxa excepto el tiempo del emperador romano Constantino a partir del siglo IV (la ciudad pasó a llamarse entonces y en su honor Constantinopla) que fue iglesia católica ; pero con la caída del imperio en manos de los turcos en el siglo XV se convirtió en mezquita lo que obligó a cubrir con yeso las imágenes de Jesucristo pues el Islam no permite representaciones visuales; y finalmente cuando Ataturk en 1931 llegó al poder y fundó la República de Turquía optó por una opción salomónica y lo convirtió en museo desvelándose entonces la figura de Jesucristo como aparece en las fotos . Hoy se sigue reclamando otra solución. La vista es tan magnífica desde fuera como desde dentro. Sin aliento.





En frente y atravesada por un parque se encuentra  la mezquita azul o Sultanamet, en mi opinión mucho más llamativa por fuera que por dentro. Hasta el 2016 fue la única con seis minaretes, este año se construyó otra en la parte asiática con el mismo número de minaretes. Estambul, nos decía el guía, no necesitaba otra mezquita, Estambul necesita hospitales, colegios, no más mezquitas. A Sultanamet se entra gratis, pero hay que descalzarse-como en todas- y cubrirse el pelo-como en todas-.La tapicería del suelo es maravillosa, llena de flores y el tono naranja hace que te sientas en otro mundo, pero por lo que parece siempre está en obras. Me resultó tan humilde como costumbrista.



 

 

Comimos cerca de la mezquita azul un delicioso kebab( nada que ver con el kebab de comida rápida que conocemos en España) y un plato de berenjenas con tomate. En el restaurante Old House ( Cankurtaran Mah. Utangac Sk. n23 A). Delicioso. Luego subimos a hacernos unas fotos a la azotea.





La tarde la pasamos en el gran bazar al que se puede ir caminando desde allí. Unos 10 minutos. Ha cambiado todo mucho, pero el secreto mejor guardado se encuentra fuera del bazar al que, con un poco de maña, te conducen los turcos. Allí tienen tiendas y en la parte escondida guardan auténticos bolso de firma, por ejemplo. Yo solamente me hice con un par de piezas de tela difíciles de encontrar en España.

Tras una lucha perdida con los taxistas para volver a nuestra zona de Ortaky tuvimos que coger el tranvía hasta Taksim, y allí ya sí, uno honrado nos condujo hasta nuestro hotel. Un cambio de atuendo y a cenar al restaurante con vistas al puente del Bósforo: O Banyar( food for the soul) nada típico turco, todo moderno( sushi, palitos de pollo etc)






SEGUNDO DÍA
Por la mañana, después de un desayuno en "The house café", junto al hotel, contratamos un free tour que nos llevó por el palacio museo de Topkapi, las antiguas cisternas, el obelisco y  los restos del viejo estadio. Comimos a toda velocidad en la avenida principal, otra rápida visita al Gran Bazar y directas a la torre gálata desde donde se tienen vistas  360 grados a toda la ciudad, con gaviota incluida. Previamente a llegar atravesamos el para mí puente más bello de este mundo: el puente Gálata donde como dijo Orham Pamuk en su libro "Estambul: ciudad y recuerdos" se siente el lamentable deseo de pureza".







Desde allí rumbo al hotel Pera en una de cuyas habitaciones Agatha Crhistie escribió "Asesinato en el Orient Express". Tras dos vinos muy cerca , en el "Sushi express" nos hicimos con nuestra cena. No podíamos más.




TERCER DÍA
Visita a la mezquita de Suleiman el magnífico. Por fuera no tan imponente como la mezquita azul, pero por dentro sin ninguna duda la más bella, dulce, femenina, verdadera que yo he visto en mi vida.





Bajando sin pérdida llegamos al bazar de las especies y a su alrededores una especie de rastro típico nos sorprendió.


Comimos unos triángulos rellenos de carne típicos turcos, una mariscada y un delicioso postre turco de pistacho en el restaurante Seven Hills ubicado en la terraza del hotel del mismo nombre.











Lo más bonito del viaje quedó para la tarde soleada del final: el crucero por el Bósforo. Indescriptible. Ya se sabe que Estambul se divide por este estrecho entre Europa y Asia. Lo cruzamos como el capitán pirata de Espronceda (" y ve el capitán pirata cantando alegre en popa, Asia a un lado, al otro lado Europa y allá al frente, Estambul.") "encendiendo el cigarro en un continente y echando la ceniza en otro".


Una vez en la parte asiática fuimos ver la puesta de sol al faro de Leandro o de la doncella desde un café con alfombras, toda una sorpresa para mí.



Y ya de noche volvimos a la estación de metro para, tras una sola parada-línea azul- llegar a la antigua estación del Oriente express o expreso de Oriente ( parada de metro Sirkeci) que unió Estambul con París desde 1889 hasta 1977. Tranvía y cena en Ortaky, allí hay muchísimos restaurantes, mucha marcha y, sobre todo, el mejor Kuzu ( plato consistente en una patata rellena de ensaladilla rusa y salchichas).





ÚLTIMO DÍA
Mezquita de Ortaky, mercadillo de Ortaky y hamman en el hotel, aunque el más famoso es el
Ağa Hamamı ya no nos daba tiempo a ir, así que nos tuvimos que conformar con el que ofrecía nuestro alojamiento, que no estuvo nada, pero que nada mal.




Última comida nuevamente en el "The house café" y vuelta a casa.



Me quedó sin ver en la arte asiática el palacio Beylerbeyi y Eyup y tampoco pude mojar mis pies en el Mármara, como si hice cuando era una adolescente. Tendré que volver porque el resto de mi vida-lo sé- estaré " escuchando a Estambul", como el poeta turco Orhan Veli Kanik.


PD:  este es el libro que recomiendo para conocer el Estambul de verdad y hacer poesía con el viaje. Es de Onhar Pamuk, nobel de literatura en el año 2006 y el orgullo literario de los turcos


CruzadoC

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