jueves, 10 de marzo de 2016

LA BELLA DI ROMA


Aunque hace ya casi dos meses que estuvimos en Roma, no había dejado mi huella en el blog este viaje, que espero no tardar mucho en repetir. Quien tiene un amigo tiene un tesoro y, aunque es verdad que no se puede tener todo en la vida, también lo es que en la vida de cada uno hay parcelas en las que se es más o menos afortunado que en otras. La mía es la amistad. Conocí a la tejedora, Elo, en el colegio y ya no dejamos de estar conectadas nunca. La recuerdo incluso poniéndose colorada ante textos larguísimos que en voz alta nos obligaban a repetir cuando aprendíamos a leer en el colegio y ella me recuerda a mí castigada de cara a la pared por charlotear en clase. Si a eso le sumamos nuestra mutua confianza para mandarnos a paseo la una a la otra cuando nos saturamos( "kiki, ten piedad", me suele decir ella tarareando esa canción de misa) un viaje juntas era a todas luces una buena idea.

Elo es historiadora y esta era mi tercera vez en Roma, así resultó como llevar una guía para mí sola del brazo. Tenía que ser Roma eterna, y no otra ciudad, nuestro destino porque las dos recordábamos perfectamente las clases de historia del arte en COU y porque hacía ya muchos años que no pisábamos sus calles empedradas, ni divisábamos sus colinas, sus monumentos, sus fuentes cristalinas, como dice la canción.

Llegamos en un ryaner directas desde Santander un domingo por la noche y tras dos autobuses llegamos al hotel Villa Glori, una especie de villa restaurada en una zona a dos paradas de tranvía de la plaza de populo donde nos sentimos como reinas.
Estábamos reventadas y nos dormimos tan profundamente que al día siguiente casi nos perdemos el suculento desayuno, nada que un plumífero encima del pijama no pudiera solucionar. A este episodio lo titulamos "desayuno en pijama mejor que con diamantes".

PRIMER DÍA

Sólo dos días por delante. Había que aprovechar. Pertrechadas de abrigos, gorro( capítulo llamado "capelo a la fuga" porque el sombrero se me  perdió) recorrimos el camino hasta la plaza del populo y allí toda la vía del corso saboreando cada tienda que llamaba nuestra atención. Y no sólo a los escaparates de firmas italianas se nos iban los ojos. Muy céntrica colocada nos encontramos con una chica al frente de un puesto ambulante de acuarelas de motivos romanos pintadas por sus propias manos, a la que no pudimos evitar comprarle una estampa del Coliseo.


Por algún lateral llegamos a la Fontana de Trevi como primera parada. 20 años son verla, no sé si salía más luz de la fuente o del esmalte de nuestros dientes. Uno de esos momentos que pasaran casi seguro en la película de nuestra vida."
                                                                   
 
 A su lado había una vieja librería con motivos romanos, entre algunas de las cosas que me gusta comprar en cada viaje se encuentran las postales antiguas de las ciudades que después uso para decorar rincones de mi casa, en este lugar había multitud de reproducciones de carteles de películas
 
 
Después rumbo al Panteón de Agripa, que en mi viaje anterior no había tenido ocasión de conocer por dentro y que ahora mi amiga me mostraba como un mapa abierto.

En la búsqueda de un lugar para comer topamos de narices con la Piazza Navona y sus Fuente de Neptuno. El hambre apremiaba, así que por las calles de atrás comimos una soñada pizza y bebimos un café delicioso en una cafetería con tanto encanto que me hubiera quedado allí comiendo muffins de chocolate puro hasta la noche.


Cotilleamos por las tiendas vintage de la via "Governo Vecchio" y las fotos en Navonna las dejamos para la tarde.



Desde allí, pasando por el río  y dejando  a un lado el castillo  de San´t Angelo...
 

 
llegamos al Trastevere para empezar con los vinos en un precioso bar dela plaza San Calixto. Por supuesto de vuelta al hotel nos perdimos entre números de autobuses equivocados, estaciones marginales, chapurreos de italianos, dolor de pies, "kiki, ten piedad" y miles de anécdotas que ya quedan enlatadas en nuestra mente. 
 
 
SEGUNDO DÍA

Operación "desayuno en pijama mejor que con diamantes" repetida, tranvía gratis, metro, café en mano y rumbo al imponente Vaticano al que todavía no le habían quitado el belén de Navidad-19 de enero-con el consiguiente carcajeo "estos italianos son más desastrosos que nosotros mismos",  museo de la vespa para traer un recuerdo prometido, el Coliseo grandioso y la larga cola para meter la mano y sacar solo un muñón por culpa de una mentira( risas y risas) en la bocca della veritá, su iglesia tan poco visitada, Santa Mª in Cosmedin, otro autobús y un gran plato de pasta al pesto constituyeron la mañana.






La última tarde comenzó con un café junto a la Piazza de España, en obras, pero igual de  preciosa, y la admiración de escaparates de tiendas de lujo que no por caras achantaron nuestros deseos de mirar y hasta de tocar.



 
Desde allí intentamos ir a conocer el Ara Pacis, pero encontramos que la última visita del día había comenzado hacía 15 minutos. Un motivo para volver. Esas horas que nos quedaban las dedicamos a deambular por nuestra Roma eterna dejando que fuese el destino quien nos guiase . Y terminamos el viaje donde lo empezamos, a los pies de la Fontana di Trevi lanzando una moneda para asegurar nuestro retorno y dejando que nos sacaran una foto con una polaroid al "módico precio" de ocho euros. Nos prometió el "fotógrafo" que en unos 20 minutos se revelaría por completo hasta ver con claridad la Fontana tras nosotras y todavía estamos esperando. Pero hasta ese timo de la estampita constituyó una anécdota de la que seguramente nos seguiremos riendo cuando seamos ancianas.
 
 
El viaje acabó en un restaurante totalmente recomendable desde el que venía gente de otras zonas de Roma y que nosotras teníamos la suerte de tener frente a nuestro  hotel, "Viñola". Allí con unas cervezas, mozarela y no sé que delicias más celebramos la vida y le dijimos " Grazie mile" a una de las ciudades más bonitas del mundo.
 
PD: perdóname, amiga, pero te tenía que sacar en las fotos, peses a tu suplicada discreción

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